Eran las 12 de la madrugada del domingo 29 de abril de 1984, cuando el grito de una bebé rompió el silencio de una sala y anunció su llegada a este mundo. No era solo un llanto más, era el inicio de una historia escrita con propósito, pasión, destino y promesas eternas. Esa bebé era yo. Y hoy, 28 de abril de 2025, a tan solo 24 horas de cumplir 41 años, inclino mi corazón y digo con toda el alma: ¡gracias, Señor!
No celebro simplemente un año más de vida, celebro una historia. Una trayectoria que no se puede encerrar en una sola imagen, porque mi vida no es una foto fija: es una película viva. Una serie llena de capítulos inesperados, escenas intensas, pausas necesarias y momentos mágicos. Una película escrita, dirigida y sostenida por las manos expertas y amorosas de Dios.
Desde aquel primer llanto hasta hoy, el Autor de mi historia no ha dejado de escribir. Y aunque ha habido capítulos que no comprendí mientras los vivía, hoy puedo mirar atrás con claridad y reconocer que todo tenía un propósito. Cada etapa ha sido parte de un proceso de formación, sanidad, restauración y misión.
Uno de los momentos más decisivos de mi vida ocurrió cuando tenía apenas 16 años. Fue entonces cuando decidí entregarle mi corazón a Cristo. Ese fue el verdadero comienzo de este viaje de fe. Un viaje profundamente marcado por Su amor, Su guía y Su fidelidad. He vivido escenas de alegría tan intensas que me han llenado hasta rebosar, pero también he atravesado silencios que parecían eternos, pruebas que amenazaban con quebrarme, y valles oscuros que me enseñaron a depender, a orar, a rendirme… y a confiar.
En cada estación, el favor del Padre ha estado presente, constante como la luz del amanecer. Su misericordia ha sido el guión que dio sentido a cada escena. Aun cuando me equivoqué, Él reescribió caminos. Cuando no entendía el porqué de ciertos procesos, su fidelidad me envolvía como esa música de fondo que nunca se apaga.
He saboreado Su gracia como quien llega a un banquete sin merecerlo, y aun así es recibido con una sonrisa, con un lugar reservado en la mesa, con una copa rebosante de amor inagotable. Esa ha sido mi experiencia: la de ser sostenida, levantada y guiada por un Dios que no se cansa de dar, de perdonar y de amar.
Cada día Él me sorprende con más: más perdón, más propósito, más dirección, más revelación. Y lo que más me asombra no es solo haber sido llamada a servirle, sino como Él ha usado mi debilidad para mostrar Su poder.
Hoy, a punto de cumplir 41 años, miro atrás con profunda gratitud. Porque no se trata simplemente del tiempo transcurrido, sino de la fidelidad comprobada de un Dios que nunca falla. Cada paso, cada decisión, cada lágrima, cada sonrisa… todo lleva Su marca. Y cada etapa me ha acercado más a Su corazón.
Aunque esta historia aún está en proceso —porque el guión no ha terminado—, tengo la certeza de que quien lo escribe no comete errores. Él es fiel. Él es bueno. Él es soberano. Y en Él confío plenamente cada escena que viene, aun cuando desconozco los detalles.
Agradezco a Jesús por estos 41 años de vida. Por los momentos gloriosos y también por los procesos difíciles que me formaron. Porque en cada uno de ellos me ha mostrado más de Su carácter, más de Su amor, más de Su poder. Gracias al Señor, por jamás soltarme.
Y a ti que me has acompañado en esta aventura de vida y crecimiento y que me lees hoy, te invito que me regales tu compañía en esta oración:
“Que cada nuevo capítulo de mi vida hable más fuerte de Dios que de mí. Que siga siendo un testimonio vivo de Su fidelidad. Que mi historia, imperfecta pero redimida, apunte siempre hacia Su gracia inagotable. Y que mañana, cuando el reloj marque las 12 otra vez, no solo se escuche un "feliz cumpleaños", sino un eco en el cielo que diga: la historia continúa… y sigue en las mejores manos, mientras continúo caminando hacia mi destino final: el Cielo".
«Yo te elegí antes de que nacieras; te aparté para que hablaras en mi nombre a todas las naciones del mundo».
(Jeremías 1:5 TLA)
«Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la tierra; ¡aún no había vivido un solo día,
cuando tú ya habías decidido cuánto tiempo viviría! ¡Lo habías anotado en tu libro!».
(Salmos 139:15-16 TLA)
¡Feliz y bendecida semana!
Con cariño,
Nataly Paniagua