Una vez más, el artista tomó el pincel. Lo sostuvo con delicadeza, como quien acaricia un sueño largamente deseado. Frente a él, el lienzo en blanco —perfecto, paciente, dispuesto— lo esperaba. Dentro del artista, danzaban los colores. Ideas, formas, movimientos, emociones… Una tormenta de inspiración que parecía gritar por salir. Pero sus manos, quietas. Su mirada, distante. El pincel no se movía. Los minutos transcurrían, y con ellos llegaban más visiones, más escenas, más pasiones sin forma. Pero ninguna se convertía en trazo. 

De pronto se levantó. Caminó hacia la ventana. Era primavera. Afuera, los jardines florecían como si la naturaleza misma estuviera pintando su propia obra. Y allí, entre pétalos y brisa, buscó otra historia que contar. Detrás de él, el lienzo quedó solo. Mudo. Blanco. Olvidado. Sin un solo trazo. Porque tener la pasión en el alma, pero no llevarla a las manos, es como querer pintar sin tocar jamás el lienzo.

Hoy más que nunca vivimos en una era donde se exalta la pasión como el motor del éxito. Se nos enseña a "seguir nuestros sueños", "vivir con pasión" y "buscar lo que amamos". Y sí, tener pasión es importante. Es esa chispa interna que nos hace vibrar, que le da color a nuestros días y que nos conecta con lo que realmente queremos. Pero ¿de qué sirve esa chispa si nunca se convierte en fuego? 

La pasión, sin acción, es simplemente inacción. Por si sola no construye caminos. Es solo fuego interno. Es energía contenida. Una pasión no canalizada es como una semilla que nunca se planta: tiene todo el potencial, pero jamás dará fruto. Es tener un mapa del tesoro y decidir no moverse del lugar. Es escribir historias enteras en la mente y no dejar que una sola palabra toque el papel. Es ver el lienzo y nunca dar el primer trazo.

Es aquí donde entra el enfoque. La dirección. La intención. No basta con amar muchas cosas. Necesitamos saber hacia dónde vamos. En un mundo lleno de estímulos, es fácil dispersarse. Queremos hacerlo todo, probarlo todo, ser parte de todo. Pero al querer abarcarlo todo, terminamos haciendo muy poco. El enfoque actúa como una brújula que nos guía entre las mil posibilidades y nos ayuda a elegir cuál es la nuestra.

Cuando la pasión se une con el enfoque, el entusiasmo se transforma en propósito. Empezamos a actuar con conciencia. Decimos no a lo que nos aleja y sí a lo que nos acerca a la vida que queremos construir. Es entonces cuando nace algo poderoso: la pasión con propósito. No se trata de hacer por hacer. Se trata de actuar con sentido. De vivir desde una decisión profunda.

Si amas escribir, no esperes a tener tiempo o inspiración: escribe cada día, aunque solo sea un párrafo. Si te apasiona enseñar, no esperes una gran plataforma: empieza compartiendo lo que sabes con quien tengas cerca. Si sueñas con emprender, no postergues más: da el primer paso, por pequeño que sea. Porque cada paso cuenta. Cada acto de fe nos acerca un poco más a nuestra visión. 

Y no, no siempre será fácil. La pasión no nos libra del esfuerzo; al contrario, nos compromete más. Pero también es lo que nos sostiene en los días difíciles. La pasión auténtica no es solo una emoción pasajera. Es un compromiso diario. Lo importante es que cada acción esté alineada con eso que te mueve. Así, incluso los desafíos se sienten como parte del viaje. Es trabajar en silencio, sin necesidad de aplausos, sabiendo que estás construyendo algo con propósito.

Hoy quiero invitarte a dar un paso más allá. Deja que tu pasión no se quede en frases inspiradoras ni en ideas guardadas para "algún día". Transfórmala en acción. En trazo. En movimiento real. Haz que se note en lo que haces, en cómo hablas, en cómo eliges vivir. No esperes más. El momento perfecto no existe, pero tu decisión sí puede cambiarlo todo. 

Y mientras caminamos hacia nuestro destino final: el Cielo, no olvidemos pintar aquí en la Tierra los sueños, historias e ideas que Dios ha depositado en nosotros. No los dejes guardados. No los entierres por miedo, por duda o por comodidad. El lienzo está frente a ti. El pincel, en tus manos. Y el tiempo es ahora. ¿Te atreves a pintar tu propósito?

 

«Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil».

(2 Corintios 3:2-3 NTV)

 

¡Feliz y bendecida semana!

 

Con cariño,

 

Nataly Paniagua