Mientras movía rítmicamente mis piernas con toda la fuerza que podía, y mis delgados pero vigorosos brazos se desplazaban dentro y fuera del agua, recuerdo escuchar desde lejos: "Tú puedes, no te detengas, ya falta poco". Era la voz de mi instructor de natación, el cual me daba ánimo para que completara mis primeros quinientos metros de nado aquel soleado día de abril del año 1996. Acababa de cumplir mis doce años. Durante esos años de preadolescencia practiqué varios deportes, entre ellos el "triatlón". El triatlón es una prueba multideportiva que fue practicado por primera vez en los años veinte del siglo pasado, el cual se fue integrando poco a poco en las competencias internacionales. Las tres disciplinas que lo componen son la natación, el ciclismo y la carrera a pie. Cada una de ellas se realizan en ese orden.
Es un deporte de resistencia que se pone a prueba en tres escenarios: agua (ya sean piscinas, playas o mares), el asfalto y la calle. Para practicar el triatlón se requiere estar en buena forma física y mental. Pero especialmente estar preparado para utilizar diferentes instrumentos que son parte de cada disciplina tales como vestuario apropiado o el casco para el uso de la bicicleta como equipo de protección, entre otros. El paso entre una u otra disciplina se llama transición. Para alcanzar el mejor puntaje, se procura no perder tiempo en las transiciones. Es por ello que la concentración, las estrategias, tácticas y la planificación son claves para alcanzar cada victoria y finalmente completar la carrera.
Han pasado ya algunos años desde que practiqué este deporte combinado. Pero recordando estos tiempos y ante las situaciones que cada día vivo, reflexionaba en la importancia de la resistencia para poder permanecer en la carrera de la vida sin perder la fe ni el entusiasmo. Creo que la vida es algo muy parecido a un triatlón. En la que el mismo personaje debe enfrentar situaciones y escenarios diferentes, en la búsqueda de aprender y crecer, con su mirada puesta en alcanzar el éxito integral y cumplir con el propósito para el que fue creado y colocado en la tierra.
Cada transición en el triatlón -así como en la vida- requiere adaptación. Un cambio de mentalidad, ajustarse a usar diferentes vestuarios e instrumentos. Imaginémonos un nadador que ya salió del agua, y se monta en la bicicleta, pero sigue utilizando sus brazos y sus piernas como si estuviera en el agua. No podría controlar su bicicleta, ni mucho menos pedalear. O el ciclista que ya terminó de recorrer la distancia correspondiente, y en lugar de soltar la bicicleta e iniciar a correr a pie, sigue pedaleando sobre el pavimento. Que loco suena, ¿cierto? Sin embargo, creo que en nuestra carrera diaria en ocasiones nos sucede algo parecido.
La vida en sí misma es una hermosa travesía, para la cual debemos prepararnos, entrenarnos y vestirnos adecuadamente. Cada escenario o temporada indicará lo que debemos llevar y usar. Habrá tiempos en los que se hará necesario desplazarnos con fuerza, tomando espacios para respirar. En ocasiones deberemos usar medios que nos llevarán a alcanzar proyectos y metas, pero para lo cual tendremos que pedalear con firmeza. Y habrá otros tantos momentos, en los que solo nuestros pies (ya sea corriendo, trotando o caminando) serán el único instrumento que podremos usar para llegar a la meta.
En cada espacio y terreno que nos toque, debemos ser plenamente conscientes de que tenemos todo lo necesario para ganar y alcanzar la victoria. Y que en esta carrera de la vida no siempre el clima parecerá favorecernos, ni recibiremos ayuda. Pero a pesar de esto, cada día es una nueva oportunidad para vivir y seguir hacia la meta.
Hoy te invito a que tomes el control de tu vida, reconociendo que es tu carrera, única y exclusivamente tuya. Enfrentando las situaciones y buscando solución a ellas. El llamado de hoy es también, a mantener la disciplina y no perder el enfoque. Repara los equipos e instrumentos dañados, toma un momento para rehidratarte y haz pausas para respirar y relajarte, permaneciendo siempre con la vista en la línea de meta. Haz lo que sea necesario, pero no te detengas.
Y finalmente, en esta carrera de la vida, te invito a correr, trotar o caminar, quizá hasta debas gatear, no importa, pues en esta carrera lo único prohibido es "detenerse". Si te caes, levántate, sacúdete el polvo y sigue corriendo. Cubre tu cuerpo con el mejor vestuario que es la armadura de Dios y recuerda que, no importa el terreno que nos toque, Dios está con nosotros y fuimos creados para grandes cosas mientras transitamos aquí. Sin dudar creo que cuando esta carrera termine iremos a un mejor lugar, pues nuestro destino final es el cielo.
"Por eso yo corro cada paso con propósito. No solo doy golpes al aire. Disciplinar mi cuerpo como lo hace un atleta, lo entreno para que haga lo que debe hacer. De lo contrario, temo que, después de predicarles a otros, yo mismo quede descalificado". (1era. Corintios 9:26-27 NTV)
"Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza". (Efesios 6:13 NVI)
¡Feliz y bendecida semana!
Nataly Paniagua